jueves, 10 de febrero de 2011

Territorio Sonoro: Apuntes para una fenomenología del sonido en la escucha

Francisco Rivas

(Departamento de Investigación y Experimentación Sonora, Fonoteca Nacional, México)

--Texto presentado en el Foro Mundial de Ecología Acústica, 2009


El otro sonido

Una de las principales características de la ecología acústica, aquello que la hace más interesante y rica, es su caracter interdisciplinario. Muy diversos saberes como el de la arquitectura, el diseño, el urbanismo, la biología, la psicología, la etnología, la música, confluyen en una reflexión que se unifica por una auténtica preocupación por el sonido, o por lo que quisiera llamar aquí, más metodológicamente, el fenómeno sonoro. ¿Y qué es lo que nos dicen estas disciplinas sobre el sonido? Cada una de ellas aborda una dimensión plausible de lo sonoro, hace hipotésis y conjeturas, compara datos, lanza interpretaciones, cuando puede incluso, sentencia conclusiones. A través del saber que cada una despliega aparecen diferentes rostros y rastros de algo que llamamos con un mismo nombre y practicamente una única palabra: sonido.

Pero… ¿qué es sonido? La pregunta puede parecer muy necia sobre todo en un Foro en donde los participantes si de algo sabemos es sobre el sonido; si algún tema dominamos es el sonoro y no sólo como tema sino como materia de trabajo, con la cual convivimos todos los días creando y diseñando situaciones con sonido para nuestras diferentes disciplinas.

Sin embargo, si lo consideramos un poco, el pensamiento sobre el sonido es un generador natural de paradojas y desemboca muchas veces en preguntas sobre su más profunda naturaleza, lo que se deriva justamente de la multiplicidad de intepretaciones y aproximaciones que acoge e incita. Debo confesar que para mí, que he estudiado el sonido y trabajado con él, la pregunta sobre el ser del sonido se me aparece cada día como una incógnita palpable, ineludible e igual que una carretera larga que se tiene que recorrer pero que no se sabe dónde termina o a dónde habrá de llevarnos.

Sonido es movimiento que esculpe su escultura con la figura que resta a su propia desaparición, es aquello que se consume a sí mismo mientras se hace y su ser es simultáneo a su desaparecer de tal manera que del sonido sólo se puede decir que es dejando de ser, que su ser es dejar de ser siendo. Aún más: sonido no es ni siquiera eso sino el vestigio de un movimiento, un resto, una huella que existe en un lugar en que ya no es sonido, y justo ahí es en donde se reconoce en su más plena existencia, aquella con que lo dotan mis sentidos; lo que nos podría llevar a decir que el sonido en ese sentido en realidad no es, y sin embargo puedo reconocerlo como objeto a pesar de que su condición objetiva es más bien la de ser un fantasma del objeto…


En fin, este tipo de consideraciones sobre lo que el sonido es, me lleva a pensar que el ámbito de estudio al que tales hipótesis competen ya no es propiamente el de las disciplinas que tradicionalmente tratan sobre el sonido (física, acústica, fisiología, música, psicoacústica) sino que su consideración requiere de categorías alternativas que nos ayuden a aprender a observar esta otra cara del sonido.



Las dimensiones de lo sonoro



Existe una dimensión en que lo sonoro es un objeto –de conocimiento- medible, cuantificable, explicable mediante el concurso de leyes físicas y demostradas matematicamente. Incluso en esa dimensión podemos afirmar sin temor que el sonido es uno de los objetos mejor explicados y representados por los modelos científicos, al grado de que podemos descomponerlo en sus mínimas expresiones e incluso crearlo, gracias a tales modelos, prácticamente de la nada. Esto por supuesto representa un innegable triunfo de la ciencia y el pensamiento humano. Pero también existe otra dimensión en donde el sonido deja de presentar esa claridad meridiana a que nos tiene acostumbrada la ciencia –tanto abstracta como empírica- y lo que en ella era medible, cuantificable, descriptible y explicable, en esta dimensión se vuelve especulación, hipótesis, obscuridad, subjetividad, duda, aporía, inclusive ignorancia.

Curiosamente esa dimensión no es otra que la dimensión en donde el sonido existe en y para nosotros; justamente la dimensión en donde el sonido es en tanto que es escuchado. Lo paradójico es que esta dimensión es la que nos es más propia y en la que, puede decirse, no podemos estar más cerca del sonido. Sin embargo, mientras que en el terreno de la física, de la acústica, el sonido es un objeto relativamente fácil de explicar, gracias a los eficaces modelos que tales ciencias han diseñado para ello, en cuanto entramos en el terreno de la escucha, de lo subjetivo, de lo que el sonido es para nosotros, en fin, de lo que el sonido propiamente es, la claridad y sobre todo la comunicabilidad se tornan un duro reto y los modelos comienzan a mostrar lagunas y campos de interpretación “muy amplios”, por decir lo menos.


¿Qué es, pues, el sonido? Me parece que es necesario replantearnos la pregunta de lo que el sonido es para nosotros -aquel que sentimos, que experimentamos, con el que diariamente convivimos, es decir, el sonido desde la dimensión en que se manifesta ante nosotros como algo existente- y desde ahí, volvernos a preguntar por lo que el sonido es.


Pero saber lo que el sonido es desde esta perspectiva implica introducirnos en el siempre resbaladizo arroyo de la subjetividad y lo particular e inductivo, incluso lo hipotético. Es necesario sin embargo desarrollar disciplinas que nos permitan allanar estos territorios de lo aparentemente incomunicable, o de lo eminentemente subjetivo, o de lo francamente etéreo, disciplinas que faciliten el diseño de categorías, de teorías, de pensamiento en fin, que nos permitan comprender y profundizar en el fenómeno sonoro desde el punto de vista de lo que es y representa para nosotros. Es por ello que dentro de este marco interdisciplinar del Foro, quiero introducir las valiosas perspectivas que me parece ofrece la disciplina de la Fenomenología como una de las maneras para recorrer estos caminos.


La Fenomenología del sonido es una fenomenología del sonido que se escucha



Realizar una reflexión fenomenológica sobre el sonido conlleva varias e importantes implicaciones. A la fenomenología del sonido lo que le interesa es el sonido que escuchamos, el sonido que es en tanto que existe para nuestra conciencia. Lo que preocupa a la fenomenología es la pregunta por el sonido dejando entre paréntesis lo que éste sea para las leyes de la física o de la acústica. No pretende asumir que éstas son falsas o incorrectas sino comprender, categorizar, describir lo que es por sí la experiencia sonora, el sonido para nosotros, seres humanos que lo padecemos, que lo gozamos, que lo vivimos, que lo lloramos, que lo añoramos, que lo recordamos, que lo deseamos, en fin, que lo escuchamos[1].


Debo decir que eminentemente la pregunta sobre el sonido que se plantea desde la fenomenología es una pregunta filosófica. No sólo porque la fenomenología es ella misma una disciplina o enfoque emergido de la filosofía, sino por que propiamente es el ser mismo del sonido el que se pone en juego en este preguntar. Por supuesto, como he dicho antes, no el ser que de manera tan gratificante tienen modelado las ciencias exactas, sino ese ser del sonido que es en tanto que es escuchado y vivido por nosotros, el ser del sonido en la experiencia, y por lo tanto el ser del sonido en la escucha.


Me parece relevante el introducir este tema dentro de la problemática del Foro, porque creo que un concepto importante para la ecología acústica es el de interacción. Qué es la ecología si no la pregunta por los modos de interacción de los diferentes seres y actos que ocurren en un entorno, la manera como se responden unos a otros, como se complementan, como se aniquilan, como se transforman estando los unos con los otros. Así, si el concepto de interacción es clave para la ecología en general, para la ecología acústica la interacción del sonido-con los diferentes aspectos a que se le quiera y pueda referir, siempre nos está hablando de una suma, de al menos un dos: el sonido con, el sonido para, el sonido en.

Intuyo que esos son los ejes cardinales sobre los que se tejen los diferentes trabajos de la ecología acústica y desde donde se lanza una reflexión ecológica sobre el sonido. Y en ese sentido creo también que la fenomenología puede aportar herramientas importantes para elucidar o clarificar esta interacción, al menos en lo que a la escucha corresponde, dado que la escucha es el territorio donde el sonido interactúa con el hombre y el hombre con el sonido. La fenomenología encuentra el ser del sonido en su interactuar con aquel que lo vive, lo escucha, lo padece, lo interpreta. Y sobre ese campo, sobre esa interacción dirige su mirada, o deberíamos decir, su escucha.


Como espero que pueda quedar esbozado en este breve espacio, la fenomenología, en este sentido, es la disciplina por excelencia que entiende el sonido como una consecuencia de la interacción, y por tanto espero poder mostrar que un pensamiento ecológico del sonido es definitivamente un pensamiento fenomenológico.



Pierre Schaffer: el gran precursor de la fenomenología del sonido


Es importante mencionar que el enfoque fenomenológico ya ha sido trabajado con anterioridad aplicado al campo del sonido en particular y sobre todo debemos este reconocimiento al excelso y estimulador trabajo teórico, pedagógico y artístico del que quizá sea uno de los más grandes teóricos del sonido en el siglo pasado: me refiero a Pierre Schaeffer. Además de ser uno de los precursores de la experimentación sonora moderna y un visionario de los procesos técnicos de composición sonora, su trabajo teórico incesante le permitió formular un estimulante acercamiento a una, en su tiempo, inédita comprensión del sonido a partir de fusionar e integrar en su reflexión sobre lo musical, importantes conceptos extraídos de la disciplina fenomenológica.

Aunque forjada en Alemania y proveniente de una tradición filosófica centenaria conocida como Idealismo Alemán, la fenomenología tuvo en Francia su mayor resonancia y eco (los trabajos de Merleau Ponty, Sartre, Levinas y Derrida son significativos), por lo que quizá no es de extrañar que a finales de los años cincuenta Schaeffer haya reutilizado nociones básicas de la fenomenología para intentar esclarecer las preguntas que las nuevas corrientes estéticas estaban demandando sobre el sonido. Cabe recordar que hablamos de una época en que la grabación sonora ya está plenamente instituida, lo cual contribuyó a desnudar dimensiones perceptuales y de conciencia de lo sonoro que antes de la fijación[2] eran menos evidentes. Por otra parte la creación –debida a Schaeffer- de la llamada música concreta –porque trabaja con el aspecto concreto del sonido, más allá de lo abstracto musical- implica una conciencia y una noción del sonido como objeto mismo y como materia prima de trabajo para el artista y para la escucha.


Por supuesto la reflexión schafferiana se mueve en aquellos días sobre el intento de construir una nueva gramática de la música y un entendimiento mucho más profundo de lo que hasta el momento se entendía como lenguaje musical [3]. Sin embargo, el propio desarrollo intelectual de Schaeffer así como el de sus seguidores, ha llevado a desarrollar una reflexión muy amplia sobre el fenómeno sonoro más allá incluso del fenómeno musical mismo. Y así como Schaeffer trazaba él mismo un camino que iba de la música concreta a la música misma y de la música misma a la experiencia humana de lo musical, así la reflexión fenomenológica nos permite explorar los enigmas del fenómeno sonoro desde el sonido concreto – desde su producción y factura hasta su suceder como fenómeno para nosotros y por tanto vinculado a la experiencia que de él hacemos a través de la escucha-, hasta alcanzar una idea de lo que sería en ésta el sonido por sí mismo, lo cual me parece, resulta de amplia importancia para esfuerzos tan intereresantes como los que se plantea la ecología acústica.


La mirada fenomenológica

Pero quizá habría que decir unas cuantas palabras sobre lo que es la fenomenología: más que una disciplina es un método, y más que una corriente o doctrina es un enfoque. Así que antes que hablar de fenomenología puede resultar más apropiado hablar de enfoque fenomenológico. Aunque el término tuvo apariciones antes[4] -la más famosa es la conocida y obscura Fenomenología del Espíritu de Hegel- el término en el sentido de enfoque se lo debemos al filósofo alemán Edmund Husserl.

Husserl parte del problema del conocimiento y de cómo es posible una ciencia objetiva que no sesgue la subjetividad inherente a todo proceso de conocimiento llevado a cabo por humanos. Su lema principal es “a las cosas mismas”, dejémonos de especulaciones y que sean las cosas mismas las que hablen. Pero ¿cómo es que hablan las cosas?

Ahí empieza la complejidad, porque no podemos decir cómo hablan las cosas sino podemos saber cómo las escuchamos. Observar las cosas como son implica considerar que esas cosas son como son, según el modo en que las vemos o las percibimos. Como sabemos, un problema añejo de la epistemología es saber si es posible conocer la cosa en sí misma, independientemente de nuestro punto de vista, percepción o manera de conocer. Si yo presencio un relámpago puedo decir cómo es desde el punto de vista de mi percepción, lo veo desde un sitio en particular, en una situación concreta, con estos ojos, etc. pero si estos ojos funcionaran de manera diferente, si mis ojos estuvieran defectuosos o enfermos, la percepción del relámpago sería distinta, por tanto no puedo estar tan seguro de que los datos que me ofrecen mis ojos agoten lo que el relámpago es en sí mismo[5].

Así pues, a una fenomenología del sonido le interesa el analizar la manera en que el fenómeno del sonido se muestra ante nosotros, y por lo tanto la manera y los mecanismos que tenemos para conocerlo. En ese sentido la fenomenología del sonido es una descripción de las condiciones de posibilidad de un sonido [6]. Dado que el sonido sólo se manifesta ante nosotros en tanto que lo escuchamos, por tanto, una fenomenología del sonido es antes que nada, una fenomenología de la escucha [7], es decir, un análisis pormenorizado del ser del sonido en la escucha, y al mismo tiempo, del ser de la escucha mediante la cual se hace patente el ser del sonido.

Así, a la fenomenología no le interesa el aspecto físico del sonido (la frecuencia, la amplitud, la composición armónica) si no puede ser relacionado al modo en que esa forma física entra en contacto con nuestra conciencia. Tampoco le interesa de la acústica -la ciencia de la propagación del sonido- el movimiento y las modificaciones que sufre el sonido para desplazarse en el espacio sino en el sentido de cómo nosotros recibimos ese sonido propagado, la coloracion acústica en términos de la experiencia que nuestro cuerpo hace de ese sonido. Y aunque tenga parentescos y temas comunes se distingue también de la psicoacústica en el sentido de que más que analizar cómo el estímulo físico se traduce en impulso nervioso y éste es interpretado como sensación, le interesa en todo caso describir cómo la data sonora se convierte en imagen vivida para la conciencia y qué clase de imagen es. Qué clase de Eidos se construye en la percepción. Y a través de este eidos -imagen para la conciencia- plantear el nous –lo que el sonido es, en la dimensión existencial de la conciencia.

A la fenomenología le interesan las condiciones de producción de un sonido en tanto que permiten entender qué clase de imagen mental sonora se posibilita en la escucha dadas esas condiciones de aparición y génesis. Para la fenomenología es claro que el sonido se hace en la escucha, o incluso podemos decir, llendo más lejos, que el sonido es en la escucha.


La escucha es el territorio del ser del sonido

Así, si el ser del sonido, fenomenológicamente hablando, lo encontramos en la escucha, es necesario realizar un análisis y un estudio, tambien fenomenológico, de las formas del escuchar. Hay que entender cómo escuchamos. Dado que este espacio es breve [8] me limitaré a esbozar el recorrido que tendría que plantear esta fenomenología de la escucha. Para ello utilizaré las categorías de la escucha desarrolladas por Pierre Schaeffer y después las relacionaré con las nociones de hyle-morphé, noesis-noema del análisis de Husserl para plantear la aproximación a esta fenomenología del escuchar.


Las dimensiones de la escucha


Buscando encontrar este ser del sonido en la escucha, a través del interesante concepto de objeto sonoro, y tratando de desentrañar qué es, en cada caso, este objeto, Schaeffer se percató de que tal objeto cambia, se modifica, según la forma particular en que existe en la escucha. El aporte de Schaeffer es primordial, pues supo integrar la necesidad de una redefinición del objeto sonoro artístico –particularmente en la música- con el enfoque fenomenológico que exige reconocer el acto de la escucha como el territorio fundamental donde acaece el sonido.


Siguiendo a Husserl [9], Schaeffer plantea que todo objeto implica al sujeto que lo percibe y que todo acto de conciencia de ese sujeto tiene un objeto correlativo. La conciencia es siempre conciencia de algo. En términos fenomenológicos se dice que la conciencia es intencional, que su percibir es siempre un recibir y buscar un objeto determinado. Ahora bien, ese objeto, en este caso, sonoro, existe de diferentes maneras en la conciencia. Para la fenomenología de Schaeffer no hay una escucha, sino escuchas, o más precisamente, modos de escucha, a través de los cuales el objeto sonoro sucede y habita en la conciencia.


Así como el ojo recorre los objetos y los interroga de diversas maneras,

la oreja escucha al mismo tiempo de maneras distintas” [10].

Así Schaeffer entiende que:

1) La conciencia mediante la cual el oído se hace con el objeto sonoro es ante todo una actividad. Por lo tanto la conciencia, y por ende la escucha, presenta una naturaleza activa. Esta actividad puede ser expandida para capturar las diferentes regiones del ser sonoro.

2) Se puede entonces hablar de “actividades de la oreja”, “de la escucha” mediante las cuales exploramos e interrogamos de diferentes maneras el objeto sonoro dado.

3) Estas intenciones de escucha, se aplican a cualquier sonido. Funcionan con sonidos tan diferentes como “un texto, una sinfonía, el cuchicheo de un lugar público, o bien un sonido aislado." [11]


Bajo este entendido Schaeffer identifica cuatro modos o intenciones de escucha, y,aprovechando la polifonía que existe en la lengua francesa para designar el acto de oír, Schaeffer distingue entre “Oüir”, “Écouter”, “Entendre”, y “Comprendre”, lo que podemos traducir por Oír, Escuchar, Entender y Comprender. Para un mayor estudio de esta interesantísima forma de entender la escucha remito al lector a los propios escritos de Schaeffer[12]. En este caso mi intención es vincular estas modalidades con otras cuatro categorías que podemos extraer directamente de la filosofía de Husserl y que nos harán enriquecer y colocar la perspectiva schafferiana dentro de un enfoque netamente fenomenológico. Intentaré brevemente esbozar tales conceptos en el cruce en que parecen tocarse. Y con esto concluyo.


Objeto sonoro: el sonido objetivado en la conciencia

La fenomenología propone un modelo desde el cual sería posible apreciar cómo se forma el sonido una vez que entra en contacto con la conciencia, es decir, la forma en que es objetivado por ésta; por tanto, la manera en que deviene, para la conciencia, objeto sonoro.

Para explicar este proceso retomaremos dos conceptos fundamentales para la filsofía de Husserl: Hyle y Morphé (Husserl los utiliza en griego para recuperar su sentido originario en donde Hyle se puede traducir como materia y Morphé como forma). Hyle son los datos sensibles que ofrece a nuestra percepción la manifestación de un sonido cualquiera, los datos que conforman la apariencia en bruto, como diría Schaeffer, del sonido, y gracias a los cuales -de manera no intencional- podemos percatarnos de su existencia. Lo hilético es aquello que permite que el sonido sea escuchado, y por lo tanto entendido por nuestra conciencia como sonido. Si no tiene cualidad para escucharse, no es sonido para la conciencia; así pues, esos elementos que hacen del sonido algo audible son el material hilético. Lo que hace Husserl es distinguir este material hilético de la manera en que tales datos y materiales sensibles se animan en la conciencia. Dicho de otro modo, la manera en que tales elementos sensibles cobran forma en nuestra conciencia, mediante un proceso que la misma conciencia realiza –ahora sí de modo intencional- y que Husserl llama morphé. Morphé trata de describir el modo mediante el cual damos forma a la intuición sensible de lo sonoro en nuestra conciencia reconociendo la naturaleza –sonora- del ente percibido.

Por ejemplo, si golpeo la mesa, inmediatamente mis sentidos captan el resultado de manera sonora, mis oídos son puestos a vibrar por esa resonancia en el aire que produce el contacto físico de mi mano con la madera y cuyo resultado en cierto ancho de frecuencia es que se emitan estas vibraciones y que yo pueda escucharlas. La presencia de este material hilético en mi oído me permite, de entrada, identificar que aquello que en este momento estoy alojando en mi conciencia es un sonido. Si pudiéramos relacionarlo con la tabla de las cuatro escuchas de Schaeffer diríamos que se trata la intención de escucha que Schaeffer denomina “oüir”, oír.

Cuando oigo el sonido del golpe, mi mente reacciona y comienza a realizar un rapidísimo proceso de búsqueda sobre la propia impresión para capturar la delimitación óntica de ese sonido, es decir, saber de qué sonido se trata, y asumir tales características para identificarlo en mi conciencia. Es decir, le doy forma a esa impresión sensible, buscando un objeto sonoro mental a qué referirla en la conciencia.

Schaeffer se percató de que normalmente esta identificación se pregunta, más que por el sonido mismo, por la fuente que lo produce: “¿qué sonó?” Es lo que inmediatamente nos preguntamos. “Este tipo ha golpeado la mesa”, podríamos responder. A esta intención de escucha, la cual pregunta por la procedencia del sonido, Schaeffer la llama écouter, escuchar.[13] Aún cuando nos preguntemos por la causa del sonido, más que por el sonido mismo, decir “es un golpe en la mesa” y recrearlo en la conciencia es ya darle forma (morphé).

Esta dialéctica entre hyle y morphé puede parecer muy abstracta pero es muy fácil de ilustrar. Basta con que en este momento ustedes traten de recordar el sonido que produjo el golpe e intenten -como ya están haciendo- recrearlo en su memoria, en su conciencia. Este golpe que están ahora, silenciosamente, escuchando, no es el hecho sonoro sino la imagen sonora fenoménica que hicimos de él en nuestra conciencia.

Pero hasta este punto estarán de acuerdo en que tenemos una conciencia bastante primaria e incluso pobre de este sonido y la hemos limitado a su percepción bruta y a la identificación de la causa que lo produce. Por supuesto, esto no agota el ser de ese sonido. La naturaleza de ese sonido apenas se nos ha dado de modo incipiente e inmediatamente la hemos relacionado a otra cosa que no es ese sonido. A la causa del sonido, pero no al sonido mismo. El ejercicio de la escucha supone un trabajo de la conciencia que puede explorar otras regiones de ese sonido intentando reportarnos su naturaleza de manera más completa. A este proceso mediante el cual la conciencia se mueve dentro de la percepción sonora para tratar de aprehender la esencia del sonido que está objetivando Husserl le llamaría noesis [14].



El objeto sonoro noemático


Podemos seguir utilizando el ejemplo del golpe en la mesa para ilustrar lo que la noesis es. Si ahora yo les digo que voy a golpear la mesa, y que quisiera que pusieran atención en el fenómeno sonoro que ocurre; es decir, que traten de capturar la mayor parte de las características que tal impresión sensible les pueda provocar como sonido, nuestra intención de escucha será distinta. Si gustan lo hacemos. Qué pasa. (Golpe en la mesa). Por de pronto esta toma de conciencia previa al suceder sonoro posibilita otro tipo de percepción muy diferente al anterior en donde si bien captamos las señales sensibles que ofreció el sonido del golpe, nuestra capacidad de darle forma y recrearlo en nuestra conciencia fue más limitada.


Con esta otra actitud (a la que se puede llamar con toda justicia actitud fenomenológica -por que atiende al sonido mismo, más allá de sus causas externas) el ser de ese sonido puede ser descrito de una manera más amplia. Puedo quizá percibir la intensidad que tiene este sonido y si es mayor o menor con respecto al fondo del que se destaca, cómo contrasta con el ambiente sonoro de fondo de esta sala, puedo también animar en mi conciencia el tiempo que duró, tratar de realizar mentalmente el recorrido en el tiempo que trazó ese sonido: si comenzó con gran intensidad (su ataque) y cómo en pocos segundos, o milisegundos, realizó una caída hasta agotarse (su decaímiento). Puedo explorar también si su registro, si su calibre armónico, -dado que su altura es de masa compleja-, se inclina hacia los graves o hacia los agudos, además de la manera como este sonido impactó en el espacio y lo hizo sentir a partir del reflejo que recibió de las paredes, e incluso, y cosa aún más importante, si es un sonido que me agrada o no y por qué. Este nivel de conciencia, Schaeffer lo llamaría entendre, entender, y atiende a percepciones calificadas sobre el sonido que escuchamos, incluso puede seleccionar ciertos aspectos particulares de él.


Dentro de la teoría schaefferiana esta actitud se identifica como “escucha reducida”, porque realiza lo que Husserl llama una reducción fenomenológica, esto es, reducir la percepción al sonido mismo, independientemente de causas o condiciones externas. [15]


Así, el proceso de escuchar, que implica una conciencia y descripción fenomenológica de los datos hiléticos y mórficos, nos lleva a una intelección más profunda del sonido como fenómeno. [16] Soy consciente de ese sonido y además uso la imagen mental que de él tengo en la conciencia para recrearlo y entenderlo como el ente sonoro que es para la conciencia. A esta intelección Husserl la llama noesis. Y al nuevo objeto que produce en la conciencia, le llama noema.

A la luz de lo anterior podemos decir que el noema es lo que en Schaeffer se entiende como objeto sonoro propiamente hablando[17]. El objeto sonoro se forma, se objetiva, en el “diálogo” y movimiento que realizan en la conciencia las diferentes intenciones de escucha con respecto a un sonido dado.


Al final, podemos concluir que el objeto sonoro para la conciencia es la sintesis de: la impresión sensible del material sonoro dado, más la forma en que lo animamos en nuestra mente, más las relaciones que nos permite ese sonido extender hacia regiones extra-sonoras como pueden ser la causa, el signo, la referencia espacial, incluso la emoción que nos produce, el contexto cultural al que refiere, el recuerdo que tenemos de él, todo ello, más el ejercicio de aprehender sus características propias como sonido en sí mismo independientemente de cualquier información extra-sonora que nos proporciona.


Finalmente, cabe señalar que para Husserl la noesis es un proceso que hay que realizar siempre, de manera continua y que no pretende agotar el ser del ente sonoro. La fenomenología es siempre un camino por recorrer, es la espectante protención a escuchar y fascinarse con las interrogantes que los sonidos nos plantean a cada momento, siempre de forma novedosa.


Escuchar es explorar nuestra propia conciencia en busca del objeto sonoro. Es una búsqueda hacia dentro que nos regala el afuera que se manifesta mediante sonidos. Escuchando fenomenológicamente, no sólo desarrollamos una investigación más amplia del ser del sonido que se manifiesta ante nosotros, sino sobre todo, expandemos nuestra percepción hacia un proceso de autoconciencia que es deseable para cualquiera que esté interesado en profundizar en el poderoso y magnético misterio de los sonidos que pululan y chispean, poderosos e imprevisibles, a nuestro alrededor.


Francisco Rivas

Ciudad de México, Enero 2009.



[1] En ese sentido el saber que me proporciona que un sonido vibra 3000 veces por segundo no ayuda a esclarecer lo que ese sonido es para mi oreja, la cual, aunque traduce y trabaja con estas tres mil vibraciones, no hace suya esta data como algo existente para mi conciencia y ni yo ni cualquiera sería capaz de tener una vivencia sensible conciente de lo que es que algo vibre 3000 veces en un segundo de tiempo! Súmesele a esto que cada sonido por su composición armónica vibra muchas veces más de manera simultánea según el calibre de su masa armónica y además lo hace durante varios o muchos segundos!!!. Esa información de la vibracion es válida para la física o para la acústica, incluso para la psicoacústica en términos de saber cómo percibo esa vibración –grave-aguda, intensa- pero ese modelo descriptivo no agota, y quizá ni siquiera roza la vivencia que de cotidiano y de ejercicio tengo yo con ese sonido: la fenomenología explora ese territorio del más allá de la composición armónica del modelo matemático del sonido.

[2] Fijación sonora, sonido fijado, son los términos que propone Michel Chion para referirse a la grabación de sonido en cualquier soporte. El término implica características como la dislocación del sonido de su fuente original, la reproducción indefinida del material, con las consecuencias que ello tiene para la escucha, y los condicionamientos y usos culturales propios de la estandarización social de los soportes utilizados. Cf. Michel Chion, El Sonido, Paidós Comunicación,1998.

[3] De ahí el que su fundamental Traité des Objets Musicaux, haya resultado al principio un poco malentendido, pues quizá el propio Schaeffer no era del todo consciente de que su búsqueda lo estaba llevando a un territorio más allá de la experienca musical para acceder a las verdades de toda experiencia sonora como tal.

[4] El primero en hablar de fenomenología fue J.H. Lambert en 1764 en su obra Nuevo Organon.

[5] ¿Quién lo puede saber? Para Kant, antecedente directo de Husserl, lo que sean las cosas por sí mismas, independientemente de nosotros, no podemos saberlo, sólo podemos conocer aquello que ponemos en las cosas para conocerlas, sólo podemos conocer el punto en que la cosa entra en contacto con nuestra propia estructura de conocimiento y ese es el objeto de conocimiento, es decir la cosa para nosotros, no en sí. Tanto Kant como después Husserl sabían que era ineludible esta situación y en vez de negarla, asumieron que esta verdad es el punto de partida de nuestro conocimiento, lo que obliga reconocer que el análisis del conocer pasa por el análisis de los instrumentos que tenemos para conocer y de la manera en que llevamos a cabo ese proceso (la metafísica se convierte en una epistemología).

[6] Conocer la cosa implica describir pormenorizadamente el territorio en que ella se nos manifiesta. Este territorio, lo fenómenico, es propiamente la experiencia de interacción que tenemos con ella: la cosa como tal, más el espacio, más el tiempo, más la circunstacia objetiva y subjetiva en la que se da a la apariencia. Es decir, la cosa, más el espacio, más nosotros que la percibimos.

[7] Me parece que la primera intuición en este sentido se la debemos a Schaeffer, quien llega a esta conclusión a partir de su consideración del objeto sonoro musical: “ Así, el Tratado de los Objetos Musicales es de entrada, un Tratado de la Escucha… el objeto implica el sujeto, es la actividad del sujeto confrontada a todo objeto lo que funda lo musical.” Schaeffer, Pierre, A la recherche de la musique meme (Postface au Traité des objectys musicaux) p. 283, Memoire du Livre, 2002.

[8] Remitiría a los lectores interesados, al trabajo más amplio que estamos preparando en ese sentido y que esperamos pueda ver la luz como una publicación en donde se desarrolle ampliamente la fenomenología del sonido aquí apenas esbozada.

[9] Aunque en realidad Husserl retoma esta categoría, denominada “intencionalidad” y aplicada al funcionamiento de la conciencia, de su predecesor Brentano, haciéndola suya como una de las banderas principales de la fenomenología.

[10] Schaeffer, A la recherche de la musique meme, Mémoire du livre, 2002. p. 284

[11] Schaeffer, op. cit. p. 285

[12] Tanto al ya clásico Traité des Objets Musicaux de 1966, pero también y sobre todo a la re-lectura y comentario aclaratorio que realizó el propio Schaeffer en 1977, en el texto A la recherche de la musique meme, postface au Traité des Objets Musicaux.

[13] Posteriormente Michel Chion ha llamado a este modo, escucha causal. La escucha causal determina el ser del sonido como la causa que lo produce, generalmente es una escucha transitiva que rapidamente viaja del sonido mismo al ente o proceso en el mundo que lo produce, haciendo del sonido un índex de un acontecer extra sonoro. Chion, Michel, La Audiovisión, Paidós Comunicación, 1993, p.33

[14] Noesis es también un término griego que puede traducirse como:” “ver discerniendo“ –a diferencia del mero “ver“–, y, de ahí, “pensar“. Entre los filósofos griegos fue común usarlo para designar un “ver inteligible“ o “ver pensante“, que es al mismo tiempo un “intuir“”. Ferrater Mora, José: Diccionario de filosofía. Buenos Aires: Ed. Sudamericana, 1969, tomo II, p. 291-292.

[15] Falta aquí mencionar la cuarta actitud de escucha que también se contrapone a la escucha reducida del entendre y que Schaeffer llama comprendre: se trata de asociar el sonido a valores de sentido o de referencia o de contexto que también son extra-sonoros. Schaffer, op. cit. p. 286

[16] Para Michel Chion esta escucha reducida sólo puede llevarse a cabo de manera efectiva con sonidos grabados, gracias a que pueden repetirse para realizar esta percepción selectiva. Intentaré en otro momento y otro espacio, polemizar un poco esta “reducción”.

[17] El concepto de objeto sonoro en Schaeffer ha sido muy debatido. En otro espacio desarrollaremos con mas cuidado esta polémica y los malentendidos que ha generado cuando no se coloca la interpretación desde una dimensión fenomenológica.

¿Qué es el objeto sonoro? La fenomenología del sonido en Pierre Schaeffer


Por Francisco Rivas


Texto presentado durante el Homenaje por los 100 años del nacimiento de Pierre Schaeffer, Museo de Arte Moderno, Rijeka, Croacia, Octubre 2010


El objeto –él- existe en mi cabeza, P. Schaeffer


Antes de comenzar quiero agradecer la gentileza de los organizadores de esta conferencia por haber mostrado interés en mi trabajo y aportar las facilidades para poder reunirme e intercambiar con todos los integrantes de este foro, con quienes comparto la admiración y respeto por el inigualable trabajo de Pierre Schaeffer.

Continuando los temas que con tanta pasión y avidez cultivó quien, me parece, es uno de los más grandes teóricos del sonido de todos los tiempos, realizamos su más digno y justo homenaje, hoy que conmemoramos el centenario de su nacimiento.

No creo exagerado decir que la gran aportación de Pierre Schaeffer, entre muchas que se le pueden atribuir, consiste en haber introducido el enfoque fenomenológico en los estudios sobre el sonido. Es una aportación de amplio calibre, revolucionaria, que transforma completamente el panorama de comprensión sobre nuestra relación con el sonido –musical o no- y que, aún vigente, no deja de plantearnos nuevas interrogantes y de estimular todo un caudal de investigación que se detona a partir de su ambicioso programa.

Escucha reducida, epojé, intencionalidad, correlato sujeto-objeto, unidad perceptual, actividad de la consciencia, son algunas de las categorías que Pierre Schaeffer extrajo de la disciplina fenomenológica para explicar la relación que tiene el oído con el material sonoro. Pero el concepto nodal a partir del cual se edifica una fenomenología del sonido es, sin duda, el de objeto sonoro.

Este escrito intenta explorar el concepto de objeto sonoro, a partir de una relectura de los escritos de Schaeffer, y a la luz de la influencia que la fenomenología de Husserl imprime en la formación de dicho concepto. Finalmente, trata de esbozar algunas preguntas que el análisis revela y que permiten impulsar, siguiendo la huella de Schaeffer y Husserl, un programa de nuevas investigaciones sobre la materia.

El marco fenomenológico en la construcción del concepto de objeto sonoro

Si bien la influencia de Husserl en Schaeffer puede parecer muy clara[1], quizá no es tan evidente la manera en que el enfoque fenomenológico preña la construcción del concepto de objeto sonoro. La búsqueda de Schaeffer, es la búsqueda de un músico que requiere crear categorías para describir la experiencia musical y el resultado de sus investigaciones musicales. Quizá podamos decir que el interés de Schaeffer no era tanto desarrollar una fenomenología del sonido, como crear un marco teórico y conceptual que permitiera entender y describir la experiencia musical misma.[2]

Por supuesto, la gran intuición del compositor francés fue comprender que la única manera de alcanzar ese objetivo era, justamente, desarrollar una descripción lo más pormenorizada posible de la experiencia musical entendiéndola como eso, como una experiencia.

Y precisamente no es otro el objetivo de una fenomenología: como ciencia de la experiencia, la fenomenología es la descripción pormenorizada de cómo se construye un fenómeno en la experiencia. La apuesta de Husserl –el padre de la fenomenología- consiste justamente en que el conocimiento es posible solamente dentro del marco de nuestra experiencia, y que sólo en ella el ser de las cosas nos puede ser mostrado y dado a la comprensión.

Dado que el sonido sólo se manifiesta ante nosotros en tanto que lo escuchamos, por tanto, una fenomenología del sonido es antes que nada, una fenomenología de la escucha, es decir, un análisis pormenorizado del ser del sonido en la escucha, y al mismo tiempo, del ser de la escucha mediante la cual se hace patente el ser de ese sonido. [3]

Se trata entonces de entender el sonido como un fenómeno. Decir “fenómeno” dentro de la jerga fenomenológica implica decir “un objeto dado para nuestra consciencia”, es decir, un objeto al que tenemos acceso mediante la experiencia y que gracias a ella existe y se construye.[4]

Bajo esta óptica, y a pesar de las variadas interpretaciones que la noción de objeto sonoro ha desatado, me parece que cuando Schaeffer habla de “objeto sonoro”, tendríamos que entender que se trata del objeto producido a partir de la actividad de un sujeto que entra en contacto con el sonido a través de la experiencia de escuchar. El objeto sonoro, ante todo, es el objeto experimentado, el objeto escuchado. [5]

En ese sentido, el territorio de existencia de un objeto sonoro es nuestro oído y por lo tanto, comprender cómo es un objeto sonoro implica necesariamente comprender cómo se construye en el proceso mismo de escuchar.

El objeto sonoro como producto de intenciones de escucha

Esta necesidad de comprender cómo se construye el objeto sonoro en nuestra percepción es el impulso que lleva a Schaeffer a hilvanar el asombroso y poderoso modelo de las Cuatro Intenciones de Escucha.[6]

Este esquema es bien conocido y, aunque complejo y digno de someterlo a diversos análisis, no es el tema que hoy nos ocupa. Sólo diré que por momentos Schaeffer no parecía querer identificar lo que el llamó “objeto sonoro” con el resultado audible de las cuatro categorías de escucha. Hay varios pasajes del Traité que parecen querer confinar el objeto sonoro a la exclusividad de la escucha reducida. Desde mi punto de vista, si la teoría de Schaeffer fuera coherente con el punto de vista fenomenológico, como a todas luces pretende, tendría que inferirse que la noción de objeto sonoro está a la base de cualquier intención de escucha, ya sea está condicionada o descondicionada. Por momentos el brillante pero complejo concepto de escucha reducida parace haber deslumbrado a Schaeffer de tal manera que no le permitió asumir la condición básica del objeto sonoro como un objeto perceptual antes que cualquier cosa. Desde esta perspectiva, lo que me interesa en esta reflexión es presentar, a partir de Schaeffer, espero sin alejarme de su sombra, la teoría del sonido objetivado en la escucha, tal como se infiere del análisis de Schaeffer, pero a la luz de las categorías fenomenológicas de Husserl. Esto nos permitirá, me parece, obtener un entendimiento más completo del proceso de formación del objeto sonoro en la consciencia, desde el punto de vista de la fenomenología.

Objeto sonoro: el sonido objetivado en la conciencia.

Para explicar el proceso mediante el cual se forma el sonido una vez que entra en contacto con la conciencia, es decir, la forma en que es objetivado por ésta, retomemos dos conceptos fundamentales para la filosofía de Husserl: Hyle y Morphé.[7]

Hyle son los datos sensibles que ofrece a nuestra percepción la manifestación de un sonido cualquiera, los datos que conforman la apariencia en bruto, como diría Schaeffer, del sonido, y gracias a los cuales -de manera no intencional[8]- podemos percatarnos de su existencia. Lo hilético es aquello que permite que el sonido sea escuchado, y por lo tanto, entendido por nuestra conciencia como sonido. Si aquello que se presenta no tiene cualidad para escucharse, no es sonido para la conciencia; así pues, esos elementos que hacen del sonido algo audible son el material hilético.

Lo que hace Husserl es distinguir este material hilético de la manera en que tales datos y materiales sensibles se animan en la conciencia. Dicho de otro modo, la manera en que tales elementos sensibles cobran forma en nuestra conciencia, mediante un proceso que la misma conciencia realiza –ahora sí de modo intencional- y que Husserl llama morphé. [9]

Ejemplifiquémoslo. Si golpeo esta mesa, inmediatamente mis sentidos captan el resultado de manera sonora, mis oídos son puestos a vibrar por esa resonancia en el aire que produce el contacto físico de mi mano con la madera y cuyo resultado en cierto ancho de frecuencia es que se emitan estas vibraciones y que yo pueda escucharlas. La presencia de este material hilético en mi oído me permite, de entrada, identificar que aquello que en este momento estoy alojando en mi conciencia es un sonido. Si pudiéramos relacionarlo con la tabla de las cuatro escuchas de Schaeffer diríamos que se trata del modo de escucha que él llama “oüir”, oír (to hear).

Ahora bien, cuando oigo el sonido del golpe, mi mente reacciona y comienza a realizar un rapidísimo proceso de búsqueda sobre la propia impresión para capturar la delimitación óntica de ese sonido, es decir, entender de qué sonido se trata, y asumir tales características para identificarlo en mi conciencia. Le doy forma a esa impresión sensible, buscando un objeto sonoro mental a qué referirlo en la conciencia. Schaeffer se percató de que normalmente esta identificación se pregunta, más que por el sonido mismo, por la fuente o causa que lo produce: “¿qué suena?” es lo que inmediatamente nos preguntamos. “Este tipo ha golpeado la mesa”, podríamos responder.

Como sabemos, a esta intención de escucha, la cual pregunta por la procedencia o fuente del sonido, Schaeffer la llama écouter, escuchar (to listen).[10] Aún cuando nos preguntemos por la causa del sonido, más que por el sonido mismo, decir “es un golpe en la mesa” y recrearlo en la conciencia es ya darle forma (morphé).

Esta dialéctica entre hyle y morphé puede parecer muy abstracta pero es muy fácil de ilustrar. Basta con que en este momento ustedes traten de recordar el sonido que produjo el golpe e intenten -como ya están haciendo- recrearlo en su memoria, en su conciencia. Este golpe que están ahora, silenciosamente escuchando, no es el hecho sonoro sino la imagen sonora que hicimos de él en nuestra conciencia. Y la forma que tiene en nuestra mente es el producto del trabajo y de la actividad (morphé) de nuestra consciencia para re-crearlo. Este sonido escuchado es exactamente el trazo, la huella del trabajo de la conciencia sobre el sonido que percibimos.[11]

Como genialmente Schaeffer se dió cuenta, esta primera formación del objeto sonoro en nuestra consciencia describe más bien elementos extra-sonoros, por ejemplo, nos remite al objeto físico –que no sonoro- que produjo el sonido. [12]

Pero para Schaeffer, los elementos extrasonoros no nos están reportando propiamente lo que el objeto sonoro es, en sí mismo, en su manifestación sonora fenoménica. El objeto sonoro no es el cuerpo físico que lo produce ni la vibración física que se propaga en el aire, sino la materia sonora que se hace patente a nuestro oído. Pero para entrar en contacto con esta materia sonora pura, es necesario, dirá Schaeffer, descondicionar el oído y alejarlo de la respuesta inmediata que es acudir a elementos no sonoros para comprender un sonido. Para ello recurre a la idea husserliana de reducción fenomenológica que nos invita a poner entre paréntesis, en suspenso, los elementos extrasonoros y a concentrarnos en la descripción de lo que, en la consciencia, el sonido es por sí mismo. Para Schaeffer, la escucha reducida es la puerta de entrada al objeto sonoro, independientemente de los significados extrasonoros que su manifestarse vehicula.[13]

El objeto sonoro noemático.

Es interesante descubrir que la escucha reducida de Schaeffer es equivalente a lo que Husserl llama, la noesis[14]. Se trata del proceso mediante el cual la conciencia se mueve dentro de la percepción sonora para tratar de aprehender la esencia del sonido que está objetivando. Este proceso se emparenta, como decíamos, con la escucha reducida de Schaeffer, o la intención o modo que el llamó “entendre”.

Mediante la noesis, la consciencia recorre la percepción sonora recibida para inferir en ella el mayor número de características posibles (las “percepciones cualificadas” de Schaeffer, que darán la morfología y tipología del objeto sonoro). A este objeto, que como producto de la noesis, obtiene la consciencia, Husserl le llama noema.

Creo que no resulta forzado afirmar que el noema de Husserl es lo que en Schaeffer se entiende como objeto sonoro propiamente hablando.

En obediencia a esta teoría, podemos decir que: el sonido bruto, entendido como material hilético, que se va animando gracias a las diferentes actividades mórficas que sobre él realiza la consciencia hasta capturarlo en sus cualidades más propias, es lo que podemos llamar con toda justicia Objeto Sonoro.

Por consecuencia, el objeto sonoro se forma, se objetiva, en el “diálogo” y movimiento que realizan en la conciencia las diferentes intenciones de escucha con respecto a un sonido dado.[15]

Algunos equívocos sobre el objeto sonoro

Para concluir esta primera aproximación, me gustaría detenerme en algunas polémicas que se han suscitado alrededor de la comprensión del concepto de objeto sonoro en Schaeffer.

1) ¿Es el objeto sonoro, exclusivamente el objeto producto de la escucha reducida?

Se ha querido ver en Schaeffer la tendencia a limitar el objeto sonoro al resultado que aporta el ejercicio de la escucha reducida, y donde aparentemente los contenidos abstractos y extrasonoros que acompañan un sonido no formarían parte del objeto sonoro como tal.

¿Se puede inferir esto siendo coherentes con el enfoque fenomenológico? (al menos el de Husserl?)

Yo respondería: sí y no.

Sí, porque gracias a la reducción fenomenológica, nos es posible comprender qué de aquello que escuchamos es materia sonora, propiamente sonido, y qué es significado, contexto, causalidad, es decir, información extra-sonora.

Pero debemos observar que el relacionar un sonido con la fuente que lo produce, comprenderlo como materia significante, hacer de él un índice de otra cosa, es también parte del proceso de animarlo en la conciencia y “objetivarlo”.

Objetivamos un sonido al ser conscientes de su presencia, al vincularlo con un objeto que no es el sonido pero sí su causa, al atribuirle significados, al impregnarlo de nuestras emociones; así como también lo objetivamos escuchándolo “desinteresadamente” y analizando su composición morfológica como materia específicamente sonora.

Así, desde el punto de vista de la fenomenología, tendría razón Michel Chion cuando apunta que el objeto sonoro es más que el objeto producido por la escucha reducida. Su propuesta de objeto-sonido, o más adecuada aún, de auditum[16], es coherente con el enfoque fenomenológico y podemos decir que se identifica cercanamente con el noema u objeto sonoro noemático que hemos planteado a partir de Husserl.

Habría que entender, finalmente, que cuando Schaeffer habla de objeto sonoro lo hace pensando, antes que en un fenómeno sonoro total para la consciencia, en un objeto musical[17], susceptible de entrar en relaciones de organización y montaje en el lenguaje de la música.

En tanto que Schaeffer pretende, y ese es uno de los grandes objetivos del Traité, acuñar una gramática que permita describir tipológica y morfológicamente cualquier objeto sonoro musical, es más conveniente (suitable)[18] reducir el objeto a las percepciones cualificadas (masa, calibre armónico, intensidad, decaimiento, iteración, etc.) que son propiamente materia sonora y por tanto material para la construcción musical.

Sin embargo, y si somos congruentes con el enfoque fenomenológico utilizado, habría que hacer una distinción entre objeto sonoro y objeto sonoro musical.[19]

Creo que tenemos que concluir que el objeto sonoro para la conciencia es pues, la sintesis de: la impresión sensible del material sonoro dado, más la forma en que lo animamos en nuestra mente, más las relaciones que nos permite ese sonido extender hacia regiones extrasonoras como pueden ser la causa, el signo, la referencia espacial, incluso la emoción que nos produce, el contexto cultural al que refiere, el recuerdo que tenemos de él, todo ello, más el ejercicio de aprehender sus características propias como sonido en sí mismo independientemente de cualquier información extrasonora que nos proporciona.

2) ¿El objeto sonoro es exclusivamente el objeto fijado en un soporte de grabación?

Siendo también estrictos con el enfoque fenomenológico tendríamos que decir que no. Es cierto que gracias a la grabación un sonido puede ser experimentado tantas veces como lo permita la reproducción y, gracias a ello, modelado y animado en nuestra consciencia de un modo más pleno y más rico.

Sin embargo, para la fenomenología, cualquier sonido que escuchamos y que permite activar las operaciones –intencionales y no intencionales- de la consciencia es ya un objeto sonoro, independientemente de que este objeto se “diluya” en el flujo del acontecer temporal y se vuelva efímero.

Como ya lo afirmaban el propio Schaeffer y Chion, la existencia de un sonido se limita al marco de audición temporal en que puede ser modelado en nuestra consciencia.[20]

Recordemos que para Husserl decir “objeto” es equivalente a decir objeto inacabado, objeto que depende de las condiciones de escucha particulares, de un aquí y ahora (y un fué) de la escucha en la que se produce y habita.

El objeto sonoro es un objeto temporal.

Es una pena que por razones de espacio no me pueda detener en este tema, pero me es imposible no mencionarlo al menos: el objeto sonoro, esencialmente, es un objeto temporal y por ende su existencia obedece a las leyes de percepción del tiempo en la consciencia.

En otro trabajo, me dedicaré a describir cómo, siguiendo a Husserl, podemos concluir que un objeto sonoro no existe más que a través del flujo de la consciencia que se presenta en una sucesión de impresiones, retenciones y protensiones[21]. Que la esencia del objeto sonoro, su noema, se forma en una dimensión “paralela” a la realidad de su acontecer en el tiempo gracias a un proceso de la consciencia que Husserl llama encubrimiento.

El objeto sonoro es un objeto cuyo ser es simultáneo a su desaparecer y, por lo tanto, el territorio en que propiamente existe es el de la memoria, el del recuerdo.

Tampoco puedo evitar apuntar muy brevemente, que la reflexión de Schaeffer sobre el objeto sonoro nos transporta inexorablemente al sujeto.

Si el objeto sonoro es construido en el sujeto, entonces también el sujeto se construye gracias al objeto sonoro (no hay objeto sin sujeto ni sujeto sin objeto).

Para que el ser del objeto sonoro se done, se muestre en plenitud, es menester ampliar y desarrollar la consciencia perceptual e imaginativa del sujeto.

Al final, la búsqueda –artística o no- del objeto sonoro, nos traslada a una búsqueda del sujeto, a una búsqueda de nosotros mismos que nos permite encontrarnos, quizá, en el espejo del objeto que es buscado…

Para concluir, me gustaría decir, a manera de homenaje, que el pensamiento de Schaeffer es, como el objeto sonoro, un objeto inacabado, pleno de resonancias, y que sigue exigiendo de nosotros una atenta –y reducida- escucha. Confío en que sus palabras, sonando de nuevo en nuestras palabras, lo sigan animando en nuestra consciencia durante mucho tiempo más.



[1] No es tan obvia cuando comparamos los resultados y la evolución del programa schafferiano con la arquitectura propia de la fenomenología husserliana. El propio Schaeffer reconoce que su encuentro con Husserl fue posterior y prácticamente insconciente o espontáneo: “Durante años hemos hecho frecuentemente fenomenología sin saberlo… Fue solamente más tarde que reconocimos, ceñida por E. Husserl con una exigencia heróica de precisión que estamos lejos de pretender, una concepción del objeto que postulaba nuestra investigación.” (Pierre Schaeffer, 1966: 262), nuestra traducción del francés.)

[2] Es posible sostener, hasta cierto punto, la aseveración de Sophie Brunet en su comentario al Postfacio del Traité: “La investigación (recherche) musical no es la filosofía…No se trata solamente del objeto sonoro tal como él mismo se dona a la escucha, sino de música, y de una música en proceso de hacerse.” (Pierre Schaeffer, 2002: 267)

[3] Es por ello que el propio Schaeffer definió su Tratado de los Objetos Musicales como un Tratado de la Escucha: “Así, el Tratado de los Objetos Musicales es de entrada, un Tratado de la Escucha… el objeto implica el sujeto, es la actividad del sujeto confrontada a todo objeto lo que funda lo musical.” (Pierre Schaeffer, 2002: 283)

[4] No sólo en Husserl sino ya desde Kant, el concepto de fenómeno implica no sólo la cosa percibida sino el cuerpo y la conciencia que la percibe. El fenómeno es justo el punto de confluencia entre un objeto percibido y un sujeto que lo percibe. No es nunca la cosa en sí misma, sino la cosa para nosotros.

[5] Conocer la cosa implica describir pormenorizadamente el territorio en que ella se nos manifiesta. Este territorio, lo fenómenico, es propiamente la experiencia de interacción que tenemos con ella: la cosa como tal, más el espacio, más el tiempo, más la circunstacia objetiva y subjetiva en la que se da a la apariencia. Es decir, la cosa, más el espacio, más nosotros que la percibimos. (Cf. Pierre Schaffer, 1966: livre IV)

[6] (Cf. Pierre Schaffer, 1966: 112-128)

[7] Husserl los utiliza en griego para recuperar su sentido originario: Hyle se puede traducir en primea instancia como materia y Morphé como forma. (José Ferrater Mora, 1979).

[8] Husserl asume que el trabajo perceptual de la consciencia es “intencional”, tal como lo propuso su maestro Franz Brentano, de quien Husserl y el propio Schaeffer retoman la noción, esto es, que toda consciencia es consciencia de algo y que hay una intención que fija un actividad de la consciencia hacia el objeto. Sin embargo, Husserl propone también que hay ingredientes no intencionales de la consciencia, mediante los cuales la consciencia –sin una intención alguna- se hace del contacto con el objeto. (Cf. Edmund Husserl, (1985) § 36)

[9] Para la interesante y compleja dialéctica hyle/morphé Cf. Husserl, (1985), Jacques Derrida, (1966)

[10] Posteriormente Michel Chion ha llamado a este modo, escucha causal. La escucha causal determina el ser del sonido como la causa que lo produce. Generalmente es una escucha transitiva que rapidamente viaja del sonido mismo al ente o proceso en el mundo que lo produce, haciendo del sonido un índex de un acontecer extra sonoro. Michel Chion (1993), p.33

[11] En otro texto de próxima aparición, señalo las características temporales de esta actividad en relación a las impresiones primarias y secundarias del Husserl de las Lecciones de fenomenología sobre la conciencia interna del tiempo.

[12] Cf. Pierre Schaeffer, (1966): 268-270, 674-678

[13] Cf. Pierre Schaeffer, (1966): 270-274

[14] Noesis es también un término griego que puede traducirse como: “ver discerniendo“ –a diferencia del mero “ver“–, y, de ahí, “pensar“. Entre los filósofos griegos fue común usarlo para designar un “ver inteligible“ o “ver pensante“, que es al mismo tiempo un “intuir“”. Ferrater Mora,1969, II: 291-292.

[15] L’objet, est lui, dans ma tête” (El objeto, es/está, él mismo, dentro de mi cabeza) Pierre Schaeffer, (1966): 679

[16] “El auditum es el sonido en tanto que sonido percibido, sin confusión posible con la fuente real (o el complejo causal que es su fuente), ni con los fenómenos vibratorios que estudia la disciplina acústica. A diferencia del objeto sonoro de Schaeffer, el auditum es objeto de todas las escuchas –reducida, causal, figurativa, semántica…” Michel Chion (1998): 341.

[17] No debe olvidarse que el título del Traité fue cambiado por Schaeffer de Tratado de los Objetos Sonoros a Tratado de los Objetos Musicales. cf. Sophie Brunet, en Pierre Schaeffer, 2002: 265

[18] Y recordemos la importancia del concepto de “conveniencia” (convenable) para Schaeffer. (Cf. Schaeffer 1966: 669-672)

[19] De hecho se puede aducir, leyendo al propio Schaeffer, que el objetivo de su Traité tenía más que ver con la organización musical del sonido que con la descripción del objeto sonoro. El propio Schaeffer reconoce que la balanza le quedó inclinada hacia el lado del objeto, descuidando, por la propia magnitud de la tarea, un tratado de las organizaciones musicales. Cf. Schaeffer 1966: 663 (De aquí se desprende otro tema bonito de estudio que es el de la relación entre objeto y estructura, que aquí no revisaremos).

[20] Cf. Michel Chion, 1998: 304

[21] Edmund Husserl, Lecciones, 2002.